martes, 22 de febrero de 2011

Placer y otras papas fritas.


No solo es la materia la que tiene un fin. Las sensaciones padecen el mismo hábito.

Los cínicos enseñaban que la verdadera felicidad no se conseguía por medio del lujo o cosas externas, ni siquiera preocuparse por la salud. La muerte o el sufrimiento no tenían que dar lugar al desasosiego. Tampoco el sufrimiento de los otros. Por eso denominamos cínico a la insensibilidad ante el sufrimiento de los otros.
Entonces, ¿Somos cínicos cuando nos reímos de las desgracias ajenas? Yo a veces río, sin intenciones de burla, pero lo hago. Dicen que suelen ser nervios asociados a no saber como controlar una situación. Pero a mi me surge como cínica en medio de un lago congelado, cayendo sobre mi propio fin, mientras se va desquebrajando el hielo.

Los estoicos rechazaban la idea de una diferencia entre individuo y universo, así como espíritu y materia. Para ellos sólo había una naturaleza. Y a ello se denomino monismo. El estoico Séneca dijo unos años mas tarde que el ser humano es para el ser humano algo sagrado. Y aquí me detengo. Los seres humanos se relacionan por medio de mil sensaciones. Hasta las que ninguno ha podido encontrarles un nombre o definición. Nos miramos y entendemos mil y un cosas que por medio de la palabra es casi imposible. ¿Nos necesitamos? Antes quería ser astrónoma y así poder explorar el universo querido que tanto nos llena el alma. Pero me dí cuenta que explorarnos a nosotros mismos, estudiar las religiones como los pensamientos frente al mundo que se fueron dando a través de la historia o, del pasado, presente y futuro que vamos encaminando día y noche, puede resultar lo bastante rico en sensaciones como para apreciar mas el espacio que llevamos arriba o el microscópico mundo que a veces destruimos con tan solo un paso. ¿Somos los únicos con la capacidad de razonar? Es lo que confirman, lo que se da como confirmación. Pero yo deseo refutarlo. Quiero tener mis dudas.

Los cínicos y los estoicos tenían en común un pensamiento sobre la felicidad: el ser humano debía librarse de todo lujo material. Sin embargo Sócrates había tenido un alumno que pensaba que la meta de la vida debería ser conseguir el máximo placer sensual. El mayor bien es el deseo y el mayor mal es el dolor (la meta o fin de los estoicos y cínicos era aguantar el dolor, lo cual difiere a aplicar todos los esfuerzos para evitar el dolor.) Este decía que era importante evaluar el resultado placentero siempre con sus posibles efectos secundarios. O también que un resultado placentero a corto plazo tiene que evaluarse frente a la posibilidad de un placer mayor, más duradero o más intenso a largo plazo. Y no solo debía ser un placer sensual, sino que también pertenecía a al estrato de la amistad.
Luego muchos epicúreos (quienes pensaban de este modo) evolucionaron en el sentido de una obsesión por el placer. El lema fue: vive el momento. La palabra epicúreo se usa hoy despectivamente para hacer referencia a vividor.

Placer. Ciertas sensaciones que nos dan gusto. ¿Puede el placer hacernos daño? Y no hablo de accionar de modo excesivo frente a lo que busquemos, ni hacer cosas que no deseemos por placer. Es decir, cosas que nos den placer aunque sepamos sus efectos secundarios o situaciones que vayan en contra de nuestros principios. Quiero decir que el placer puede dejar marcas en el cuerpo, no en el alma, y que un tumulto de seres humanos lo vean ofensivo. Entonces solo queremos al ser humano que nos da placer (por que ahora sí, no me refiero a saborear un chocolate), pero con nuestras dudas. ¿Quién tiene razón: el ser humano que ve las malas formas del placer y nos detiene o el ser humano que nos otorga placer? Y este último si nos lo entrega ¿Es porque nos desea, o por que no ama? Las dos palabras abrazadas serian la gloria. Pero no siempre van por la misma vereda. 
Puede atraernos lo malo. De hecho yo me inclino hacia algunos seres humanos que llevan palabras en la frente como: rudo, malo, seductor y erótico. No obstante existen los seres introvertidos que el cariño y la dulzura les chorrean de lado y lado. Pero no tienen el carisma que a veces se ansia. Puedo reírme de las complicaciones femeninas o intentar elegir entre lo que deseamos, nos haga mal o nos brinde felicidad, y lo que nos arrulla en el silencio estremecedor hacía las dos de la mañana, aunque no se consiga comunicación.

Soy la típica hembra bañándome en un tinte rojo repleto de burbujas clandestinas. ¿Podemos salir de la tina o rebalsar el tinte?


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