Es como una pincela o un saco de café; no importa. Es como hacerse cargo del secreto que Cupido le consiguió a Venus, su madre. Tenemos tiempo para portar la cruz, ahora debemos sembrar la aurora.
Solamente me asenté inmóvil sobre la silla de grana y escuché a la locutora o guía. Me transporté varias décadas antes con el sonido de un violín y salté del trampolín de la rutina frecuente. Su voz sintonizaba como un grabador a la hora de querer oír la radio. Y se nublaron mis ojos por el oro que pesaba en las paredes y la acústica del teatro.
Cuando vas por la ciudad y los panaderos sobrevuelan acampando en los cielos, es por que conducen los deseos de toda la gente. Ahora me dedico a juntarlos para en un tiempo soltarlos y reír. Y así coleccionar mis anhelos.
Soy de almendras y caramelo. Tengo los ojos como canela y vainilla. Me amamanto de la pureza de los pinos y le leo cuentos a los futuros momentos.
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