No hace falta tener un porqué o un objetivo. Prudentemente se gestó en mi corazón, palmas y apellido, las anónimas ganas de batallar. Digo que no existe la parte inconsciente e involuntaria de nuestro cerebro. No, al menos, para mí. Sí secundo la intuición, de todos modos. Personalmente creo que el hecho de realizar determinadas acciones, son parte concisas del consciente que llevamos con nosotros mismos cada ser humano. Nada puede irse al inconsciente o salir de ahí. Nada se hace inconscientemente; y vale así la redundancia, que por eso mismo, la mente es consciente de nuestros actos. Somos conscientes. Todo el tiempo.
Pero esta vez, una melancolía pasajera, descabaló mi eje por un momento dándole un giro inverso a lo que yo venia optando como pensamiento a seguir. Codicia de llevar mi cuerpo a manifestaciones pacifistas, y a luchas exteriores. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de la paz? El sosiego puede ser interno o social. La quietud y la unión pueden llegar a ser mundiales. Pero los problemas, la duda, la retorcida incógnita, el disgusto y la dificultad tienen un papel lo bastante importante como para que deseemos tan puramente la paz. ¿Me querrás entonces, cuando respiremos océanos de tranquilidad así como cuando le sonriamos a los obstáculos? Prométeme que me llevaras al deleitoso paraje de la lucha, alguna vez en la vida.
(dedicado a mí, tanto como a John Lennon)
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